Manuel Royes fue el alcalde que logró que Terrassa fuese la subsede de los Juegos de Barcelona y acogiese el torneo olímpico de hockey de forma íntegra. Lo logró después de una larga batalla con los organismos internacionales del hockey que apostaban por realizar la competición en Barcelona o, como mal menor, por compartir el torneo en las dos sedes. Sin embargo, la apuesta decidida de Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona, por unos Juegos descentralizados resultó decisiva. “Costó mucho, pero lo sacamos adelante”, recuerda hoy en día el alcalde de aquella Terrassa olímpica. “Fue algo muy importante para Terrassa y los que trabajamos en ello, que fuimos muchos, nos sentimos felices.”
Royes recuerda aquella lucha como una etapa de fuertes complicaciones. “Había gente de otros clubs de fuera de Terrassa que lo querían primero para Barcelona y luego que lo compartiéramos. Y nosotros aspiramos a que todo el torneo se jugase en Terrassa.
Recuerdo que hicimos una cena en el Egara y el presidente del club, el señor Pi Maseras, me dijo: Royes, o todo o nada. Y fue todo.” El ex alcalde de Terrassa siempre ha destacado en esa parcela la labor de Pasqual Maragall, para quien el debate nunca ofreció dudas. “Es indudable que la figura de Pasqual Maragall fue importante, porque nos ayudó a conseguirlo. Pero sobre todo, fue fundamental la conexión entre todas las personas que nos movíamos por Terrassa. La ciudad tiene una tradición deportiva que pesa mucho. Y gente que creyó en el proyecto.”
Royes añade que nunca vio perdida aquella disputa, aunque sí atisbó las complicaciones. “En algún momento llegamos a pensar que se debería compartir algo. Pero también había un factor que jugaba a favor nuestro y es que yo era el presidente de la Diputació. Y eso ayudaba.”
un cambio total
“Fueron unos días magníficos, irrepetibles”, recuerda Royes cuando echa la vista atrás y rememora los Juegos Olímpicos. “La culminación fue la medalla de oro de la selección femenina; el mejor premio que nos podían dar.”
Pero los Juegos del 92 dejaron muchas herencias. Una de ellas, en el estado de ánimo de la ciudad. “Hasta entonces, el espíritu de Terrassa era de pesimismo. Y a partir de aquel momento nos empezamos a creer de lo que éramos capaces. Superamos viejos complejos y después salieron otros proyectos que han tenido gran repercusión y que se han apoyado en aquel convencimiento, como el universitario que no se valora cuando somos la segunda ciudad universitaria de Catalunya. Y otros temas que esta ciudad ha sido capaz de tirar adelante con una gran capacidad.”
Royes añade que los Juegos dejaron un poso de ilusión colectiva difícilmente repetible. “Lo mejor fue el contacto que instauramos con la gente, entre los electos y los electores. Y es indudable que cambiamos la piel de la ciudad. Ahora que tengo más tiempo visito muchos rincones y te das cuenta que entre todos hemos hecho una ciudad muy diferente, cosas que se hicieron durante mi mandato y las que han llegado posteriormente con otros equipos de gobierno.”
A la hora de recordar los días en los que la ciudad disfrutó de la competición olímpica, el alcalde de la Terrassa del 92 señala “el civismo de todos los asistentes” como uno de los rasgos distintivos de aquellas jornadas. “El sentimiento de la gente fue fantástico. Eso lo captas después, pero es cierto que en aquel momento todo el mundo colaboraba y participaba de un proyecto común.
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