Los barrios que estaban cerca de la riera, y que habÃan crecido en la década de los cincuenta e inicios de los sesenta sin ningún tipo de planificación urbanÃstica, fueron de losmás afectados por las inundaciones. Como sucedÃa con Ègara o Ca n’Anglada, la zona de Les Arenes recibió a centenares de personas –sobre todo, procedentes del sur de España–, que llegaron a Terrassa en busca de trabajo. Eran partes de la ciudad donde las condiciones de vida resultaban precarias, y en que las casas (a menudo, autoconstruidas) se alzaban incluso en terrenos inundables. Asà lo explica Pablo Gómez, un histórico lÃder vecinal de Les Arenes, que la misma noche de la tragedia visitó el área devastada de Ègara para ayudar a las vÃctimas.
¿Dónde se encontraba en el momento en que se produjo la riada?
Yo trabajaba por la noche como panadero en el barrio del siglo XX. Con los compañeros vimos que llovÃa bastante, pero nunca en la vida nos podÃamos imaginar que iba a suceder una catástrofe como la que estaba a punto de ocurrir. Recuerdo que hacia las nueve nos quedamos sin luz, y que enseguida llegó un vecino de la zona para alertarnos de que la riera de Les Arenes se habÃa desbordado.
¿Qué hicieron entonces?
De inmediato nos fuimos hacia allÃ. En el barrio estaba mi mujer, MarÃa, con la queme habÃa casado un año antes. Nuestra primera hija, Pilar, habÃa nacido hacÃa apenas seis meses. Los tres vivÃamos en una casa que yo mismo habÃa construido en un terreno que se encontraba a unos 50 metros de la riera, y que mi madre habÃa comprado poco después de llegar a Terrassa desde Ciudad Real. Mi preocupación era saber cómo estaba mi familia.
¿Cuándo se dio cuenta de que, por suerte, se encontraban todos bien?
Tardé un buen rato, la verdad, porque la ciudad estaba sumida en el caos.Yo iba con un grupo de hombres, y me acuerdo que, de camino a Les Arenes, veÃamos muchas ambulancias que iban y venÃan. TenÃa ganas de llegar a casa, pero enseguida nos dijeron que era imposible entrar al barrio por nuestro acceso habitual, ya que el agua se habÃa llevado por delante el puente del ferrocarril de la Renfe.
¿Qué alternativa escogieron entonces?
Pronto buscamos otra solución. No nos tocó más remedio que dar una gran vuelta a través de unos campos, y entonces ya vi una luz en mi domicilio. Me quedé más tranquilo, puesto que supuse que todos estaban bien, aunque al llegar comprobé que se encontraban muy asustados. Mi madre, que no vivÃa con nosotros, también habÃa venido a casa para no estar sola, porque tenÃa miedo.Y cuando me vieron les dio una gran alegrÃa, dado que no sabÃan nada de mÃ. Estábamos todos juntos, al fin y al cabo.
¿Se imaginaba que las inundaciones habÃan tenido unas consecuencias tan dramáticas para Terrassa?
Me di cuenta cuando hacia la una de la madrugada cruzamos la riera como pudimos, por medio de unas cuerdas. De hecho, en Les Arenes tuvimos la suerte de que habÃa una gran roca entre las actuales calles del Canigó y la Bisbal que hizo de muro, e impidió que el agua que llegaba desde los grupos de San Lorenzo alcanzara la zona baja de Les Arenes. El problema de verdad estaba al otro lado de la riera, en parte de Ègara [ entonces conocido como “barrio del hockey”], que la corriente habÃa devastado.
imagen de después de la riada del 62 |
¿Qué panorama se encontraron allÃ?
En las actuales calles de Jerez, Sevilla, AlmerÃa o Tapiolas, la gente se habÃa subido a los tejados por el miedo a que la riada se llevara las viviendas, y enseguida vimos que habÃa numerosas vÃctimas mortales. Entre medio, muchos vecinos, desesperados, buscaban a sus familiares. Entonces, junto a unos cuantos hombres, decidimos entrar casa por casa para comprobar si habÃa supervivientes. Muchos cuerpos sin vida yacÃan en las aceras. Varias personas los habÃan colocado allà a la espera de que llegara algún vehÃculos que recogiera los cadáveres.
En las actuales calles de Jerez, Sevilla, AlmerÃa o Tapiolas, la gente se habÃa subido a los tejados por el miedo a que la riada se llevara las viviendas, y enseguida vimos que habÃa numerosas vÃctimas mortales. Entre medio, muchos vecinos, desesperados, buscaban a sus familiares. Entonces, junto a unos cuantos hombres, decidimos entrar casa por casa para comprobar si habÃa supervivientes. Muchos cuerpos sin vida yacÃan en las aceras. Varias personas los habÃan colocado allà a la espera de que llegara algún vehÃculos que recogiera los cadáveres.
¿En qué pensaba en esos momentos?
Solo tenÃa en la cabeza ayudar tanto como fuera posible. El problema de fondo era que, en la época, habÃa una gran especulación asociada a la compra de terrenos. Era un hecho conocido que el Ayuntamiento de signo franquista permitÃa. Además, muchos de los nuevos egarenses que habÃan llegado a la ciudad en los años anteriores a 1962 habÃan construido casas, con sus propias manos, en el mismo lecho de la riera, y de ahà las consecuencias que tuvieron las inundaciones. Todo sumado a que hablamos de un régimen que solo pensaba en tener mano de obra para las fábricas. Dónde y en qué condiciones vivieran los obreros era secundario.
¿Cómo reaccionó Les Arenes ante la situación que se produjo?
Creo que respondió con mucha solidaridad, y también con la sensación de que los vecinos no podÃamos esperar a que sucediera una nueva desgracia. Debido al miedo que pasamos la noche del 25 de septiembre, al cabo de dos dÃas convocamos una reunión en la que participamos tanto las familias que vivÃamos en el barrio de arriba, como en el de abajo, que eran las dos zonas en que se dividÃa Les Arenes entonces. Y acordamos que nos pondrÃamos a construir unmuro para evitar que, si se producÃa otra riada, tuviéramos problemas.
¿Cuántas personas trabajaron en dar forma a la estructura?
¿Cuántas personas trabajaron en dar forma a la estructura?
Todo el barrio. Los hombres salÃamos a buscar piedras con las que poder levantar la obra, y asà fue como los vecinos de Les Arenes edificamos un muro que tenÃa 150 metros de longitud por cuatro de fondo, con la idea de frenar cualquier futura inundación. Al final, el Ayuntamiento incluso se
avino a pagarnos el cemento necesario para terminar nuestra pared.
avino a pagarnos el cemento necesario para terminar nuestra pared.
¿Es visible el muro en la actualidad?
No, porque ha habido muchos cambios en la zona, pero ahà debajo continúa. La obra pasaba por la actual calle de La Bisbal y la del Canigó hasta llegar a la del Puigmal. Comola experiencia de llevar a cabo un trabajo en común habÃa sido tan positiva, nos preguntamos, ¿y por qué no nos asociamos todos los vecinos más a menudo para llevar a cabo nuevos proyectos? Era el momento. El barrio necesitaba grandes mejoras.
¿Qué otros objetivos persiguieron a partir de entonces?
Les Arenes carecÃa de servicios básicos, como alumbrado público o agua potable, y las calles, por ejemplo, no estaban asfaltadas. A raÃz del trabajo conjunto de los vecinos conseguimos suplir, poco a poco, muchas deficiencias. Nosotros mismos colocamos las primeras luces en las calles, y además acordamos entre todos que no comprarÃamos terrenos a promotores inmobiliarios que no se hicieran cargo de urbanizar la zona. También logramos tener un sistema de alcantarillado, ya en los años setenta. La riada sirvió como un revulsivo para alcanzar estos objetivos. Además, en aquel entonces, los problemas eran colectivos, de manera que todo el mundo se implicaba en buscar soluciones. Han pasado 50 años desde que se produjo la catástrofe.
¿Se acuerda a menudo de la experiencia que vivió aquel ya lejano 25 de septiembre del 62?
La verdad es que sÃ, y más de una vez me vienen recuerdos a la cabeza. Por ejemplo, el de un hombre que la misma noche de la riada se situó con su moto justo enmedio de los raÃles, haciendo luces, para avisar al tren que venÃa de que parara, puesto que ya no quedaba más vÃa porque el agua se habÃa llevado el puente del ferrocarril de la Renfe.Tambiénmeacuerdo con frecuencia de ciertas imágenes dantescas que nos encontramos al entrar casa por casa en el barrio de Ègara. Hay determinados momentos que es mejor olvidar. Es cierto que a nivel personal no perdà a nadie aquella noche. Pero pienso en quien no se pudo salvar. Y es un recuerdo duro.
La verdad es que sÃ, y más de una vez me vienen recuerdos a la cabeza. Por ejemplo, el de un hombre que la misma noche de la riada se situó con su moto justo enmedio de los raÃles, haciendo luces, para avisar al tren que venÃa de que parara, puesto que ya no quedaba más vÃa porque el agua se habÃa llevado el puente del ferrocarril de la Renfe.Tambiénmeacuerdo con frecuencia de ciertas imágenes dantescas que nos encontramos al entrar casa por casa en el barrio de Ègara. Hay determinados momentos que es mejor olvidar. Es cierto que a nivel personal no perdà a nadie aquella noche. Pero pienso en quien no se pudo salvar. Y es un recuerdo duro.
Emili González
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